La historieta como vehículo de ideas

07-11-2020

Una nueva edición de

Aeropuertos Argentina 2000

Argentina tiene una larga y rica tradición de producción de historieta. Es un medio que, contra lo que muchos creen, es más serio de lo que aparenta.

 

Quizá un punto muy sobresaliente de esa tradición sea el año 1968. En Octubre se realizó en el Instituto Di Tella la 1° Bienal Mundial de la Historieta.

 

Unía por primera vez la vanguardia artística institucionalizada y la historieta como oficio transmitido y transmisible.

 

El otro punto sobresaliente es la producción de sentido de Oscar Masotta intelectual argentino que llega a colocar a la historieta en el centro de sus preocupaciones, como objeto de estudio privilegiado de una teoría de las artes visuales de fuerte inspiración estructuralista y semiológica, después de haber reflexionado largamente sobre dos prácticas de vanguardia en las artes visuales de los años sesenta: el arte pop y los happenings.

 

Sus reflexiones aparecerían en ese momento como un resultado lógico, de esas preocupaciones anteriores por el significado histórico de las vanguardias estéticas fundamentales de la posguerra (especialmente, el pop). De este modo, el autor parece considerar inicialmente a la historieta como un arte esencialmente visual, un arte de la imagen, y esta percepción se ve acaso confirmada por el modo de exhibición elegido para la Bienal de 1968: se trata de viñetas-cuadros, que ocluyen o recortan la dimensión narrativa de la historieta, es decir, su dimensión literaria.

 

Crea la revista/concepto LD (Literatura Dibujada) en donde afirma que la historieta, “aparentemente cercana a la pintura (…), es su pariente lejana; verdaderamente cercana en cambio a la literatura (sobre todo a la literatura popular y de grandes masas), y también al cine.

 

Otro de sus campos de teoría refiere sobre el carácter moral de la historieta y sobre las operaciones del lenguaje que se dan lugar en sus páginas, la metáfora y la metonimia.

 

Todos los autores sostienen que lo mejor de la historieta norteamericana aparece en la década del 30, como si el optimismo de los años del New Deal hubiera permitido incorporar todas las presiones –vinieran del cine, de la literatura, de la publicidad, de la guerra o de la política- para transformarlas en estilo” O: “Terminada la guerra, los historietistas se encuentran con un horizonte moral y político turbio, y obligados o bien a reinvéntalo todo, o bien a acompañar la nueva política a la que se lanzan los Estados Unidos”

 

Uno de esos casos es interesante para nuestra caja de herramientas ampliada. El uso que hizo del medio nada menos que Edgar J Hoover, el mítico y controvertido creador del FBI.

 

Extremadamente lanzado para su época, a pesar de ser un conservador puritano que condujo ese organismo por 44 años, guardando secretos de presidentes, actores y actrices y cualquier personalidad relevante de la sociedad estadounidense, proyectó a través de un cuidado trabajo en historietas (muy populares) una imagen de sí mismo cuidadosamente delineada y trabajada.

 

En las historietas que lo tenían como protagonista, no solo contaba los avances en materia de investigación forense y cómo se valían de la ciencia para desbaratar actos delictivos y encarcelar a sus responsables, sino que se ponía él mismo en los operativos, poniendo el cuerpo y tomando acción valiente y decisiva, cosa que jamás hizo.

 

Manipulaba armas, se ponía al frente de los tiroteos arriesgando su propia vida, era el que le ponía las esposas a los criminales más buscados (hubo un momento de gran despliegue del FBI contra el crimen organizado o los famosos gángsters, época muy bien narrada en la serie Los Intocables, con la figura central de Elliot Ness) cuando en realidad temía todo eso y todos sospechaban que no tenía el mismo valor afuera de su despacho. Su habilidad estaba en otro lado, en la extorsión para sostenerse en el poder.

 

La historieta es cosa seria.

 

Nosotros contamos también historias a través de creadores extraordinarios de historietas, como por ejemplo la vida del Comisario Evaristo Meneses, producción de Carlos Sampayo y Francisco Solano López, el incorruptible comisario que esclareció más de 1100 robos en los años 50 y 60-

 

Pero definitivamente un gran ejemplo de proyección de personalidad y hazañas (bastante alejadas de la realidad) lo encontramos en las historietas del FBI.

 

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