Lo que la pandemia nos dejó
30-12-2020
Una mirada hacia nosotros mismos. Reflexiones de Regina Solari.
*Por Regina Solari
El 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud declaró la existencia de una Pandemia y, 9 días después, las autoridades de la República Argentina decretaron el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio. “A partir de las 00 horas de mañana nadie puede moverse de su residencia. Todos tienen que quedarse en sus casas”, fueron las palabras del Presidente de la Nación, Alberto Fernández. Y a partir de allí, barajar y dar de nuevo.
A partir de allí, la incertidumbre y el desconcierto inundaron las calles vacías y comenzó una nueva forma de vivir. Pero el DNU decía algo más: “Quedan exceptuadas de la prohibición de circular, las personas afectadas a las actividades y servicios declarados esenciales”. Junto a esas palabras, por supuesto, apareció la duda fundamental ¿qué actividad es esencial? ¿Qué es ser esencial? ¿Soy esencial?
La pandemia se llevó muchas cosas, como un río que arrasa con todo lo que tiene por delante. Se llevó certezas, se llevó abrazos, se llevó reuniones con amigos, se llevó cumpleaños en familia, en fin… se llevó la vida presencial. Del mismo modo, ese enorme caudal removió nuestro suelo y dejó al descubierto inseguridades, temores y conflictos. Ni el más exhaustivo manual de crisis pudo prever una situación semejante. Y eso, por un momento, nos desarmó. Todos, en algún momento, tuvimos la sensación de no saber qué hacer.
Sin embargo, la pandemia también nos dejó mucho. Miremos hacia atrás por un instante, a ese marzo que nos golpeó. ¿Alguno de nosotros está igual? Yo creo que no. Aprendimos a construir desde la más profunda adversidad. No a pesar de ella, sino a través. Nos levantamos, nos reinventamos y aprendimos a jugar el juego con las cartas que teníamos.
Cuando nos preguntamos qué actividades son esenciales, nos encontramos con aquellas sin las cuales la vida en sociedad es imposible. Pero cuando hablamos de comunicación, descubrimos que hay algo más. La comunicación es a la vez causa y efecto en el entramado social. No podemos pensar la sociedad sin comunicación, ya que incluso con dificultades, ella emerge siempre de algún modo y nos constituye. Presencial o virtual, la comunicación existe y es inherente al ser humano.
Ninguna incertidumbre, ningún contexto complicado puede detener una actividad como la nuestra. La comunicación, en cualquiera de sus formas, no solamente existe a pesar de toda circunstancia, sino que además es nuestra principal herramienta para comprender y enfrentar lo que nos pasa.
Acercándonos al final del año, una de las lecciones más significativas que nos deja esta pandemia es que sí, somos esenciales. Los profesionales de la comunicación somos posibilitadores y artífices de realidades. Durante este tiempo incierto nos hemos puesto al hombro la responsabilidad enorme de sostener lo insostenible, informar en medio de la más absoluta desinformación, dar sentido al sinsentido y abrir canales allí donde las relaciones interpersonales parecían bloqueadas.
Debemos abrazar nuestro rol, defenderlo y llevarlo como estandarte con el orgullo que merece, porque sin comunicación no hay política, ni sistema de salud, ni plataforma virtual que valga. La comunicación es la red donde todo se sostiene y nosotros, comunicadores, los responsables de tejerla.
¡Enhorabuena!